domingo, 3 de marzo de 2024

CAP. III

 Finalmente, sale de su casa sin ser visto en busca de aventuras. Se hace armar caballero en la primera venta o posada a la que llegó (y que él imaginaba era un castillo), en una ceremonia burlesca y ridícula:


(El ventero) trajo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas; y leyendo en su manual (como que decía alguna devota oración), en mitad de la leyenda alzó la mano, y dile sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su misma espada, un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre dientes como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias. 


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