miércoles, 21 de julio de 2021

LECTURAS RECOMENDADAS: El infinito en un junco, Irene Vallejo

 


Decididamente, este fue mi libro del confinamiento. Tras variadas lecturas en dispositivos electrónicos, la llegada de esta obra supuso recuperar el placer de recibir un libro físico, abrirlo, pasar sus páginas, marcarlo, subrayarlo, llenarlo de post-its... Y la casualidad quiso que fuera precisamente El infinito en un junco, ese libro dedicado a los libros, a la historia de su expansión y supervivencia, y a la que esta pandemia ha contribuido con un capítulo más. De hecho, este ensayo o novela, en fin, este homenaje a los libros tan bien escrito por Irene Vallejo, ha sido uno de los libros más vendidos durante estos momentos de demanda cultural para curar las heridas de una pandemia (en una nueva versión del Decamerón)


Un viaje del pasado al presente a través de los libros

El infinito en un junco, con ese título tan poético que nos conduce a las fértiles riberas del Nilo, es un ameno paseo por la historia del libro acompañados en todo momento por la cálida voz de su autora, Irene Vallejo. Comienza el viaje en lejanos parajes de Oriente, donde descubrimos el nacimiento de la escritura y el alfabeto, y seguimos por rutas que conducen a Grecia y Roma, experimentando con los distintos soportes, guardados como auténticos tesoros en las incipientes bibliotecas, hasta dar con ese formato sencillo pero ingenioso e insuperable que es el libro tal y como lo conocemos hasta hoy.
En este viaje literario, los nombres del pasado cobran vida, son reales, y entendemos que sus pasiones lectoras preceden a las nuestras. Es el caso de Alejandro Magno y su loca empresa de la legendaria biblioteca de Alejandría, símbolo que nos permite comprender quiénes somos, trazando una línea que nos une a los lectores actuales con los del pasado. Como dice Irene, en Alejandría “se inventó una patria de papel para los apátridas de todos los tiempos”, entre los que se incluye la propia autora. 
Leyendo El infinito en un junco, adentrándonos en esa Alejandría por la que también pasó Kavafis, nos sentimos acogidos en el infinito mundo de las letras. Con su mirada actualizada del pasado (en la que conecta su amplia cultura cinematográfica, literaria, artística…, última versión del humanista del siglo XXI), Irene Vallejo nos regala un libro lleno de curiosidades y un mensaje claro: la humanidad supo alcanzar a ver el valor de los libros y se aferró a su conservación, dejándonos el mejor legado. Y es que somos la civilización que somos, hemos llegado hasta donde hemos llegado, gracias a los libros.  


Cosiendo la historia con palabras

Nuestra guía de viaje, Irene Vallejo, es casi un personaje más dentro de su libro. Lejos del academicismo, su voz tranquila y serena, pero apasionada al hablar de aquello que ama, la ha encumbrado al salón de las costureras de la palabra. Uno de los capítulos más logrados del libro es el dedicado a las mujeres narradoras. Pues bien, Irene se ha ganado, sin duda, un puesto junto a ellas en esa transmisión femenina: por su dominio de las metáforas, por su capacidad de contar y divulgar con la sensibilidad de las auténticas maestras, por la perfecta costura de anécdotas y los pequeños retazos en esta obra total.  
El entusiasmo con el que comunica se contagia, por eso se abre un diálogo constante con el lector. A veces es solo un dato desconocido, otras una idea que ya estaba, pero que Irene sabe expresar con tanto acierto que de repente parece nueva…En mi caso, cada página tiene un subrayado, una anotación, una respuesta a una pregunta vibrante. 
En ocasiones, Irene incluso se atreve con confesiones personales que se alejan de la Historia con mayúsculas y entonces sientes el susurro de una voz cercana que te cuenta las anécdotas, las curiosidades de un mundo no tan lejano, que se parece mucho al nuestro. En un momento va más allá: es el caso de las desgarradoras confesiones sobre su infancia marcada por el bullying (una palabra que entonces no existía, y por ello, estos comportamientos permanecían en el silencio, ocultos bajo la expresión "es cosa de niños") y cuya salvación vino a través de los libros.

Un libro necesario

Y es que El infinito en un junco es un libro necesario, imprescindible para reconocernos como lectores, un espejo en el que mirarnos: a veces veremos reflejadas nuestras manías lectoras, otras hallaremos consuelo a nuestros males (como en el capítulo desgarrador en que nos habla de casos extremos de personas que sobrevivieron a los campos de concentración alemanes o a los gulags rusos gracias al poder inspirador de los libros)...
En cualquier caso, su lectura nos ayudará a entender que crecemos como sociedad cuando nos apoyamos en los escalones que antes construyeron otros con tanto esfuerzo. Irene nos hace sentirnos unos privilegiados, a la vez que unos pequeños guardianes de los libros. Desde esta consciencia, en nuestras casas y bibliotecas, contándoles cuentos a nuestros hijos, hablando de literatura a nuestros alumnos, nos sentimos un eslabón más y comprendemos que el libro, ese invento tan sencillo y frágil, pero mágico y perfecto, pervivirá siempre. 

Un capítulo infinito en la historia del libro

Con pena y ganas de más cierras El infinito en un junco, pero compensa saber que el libro no acaba aquí, aquí solo empieza una serie de enseñanzas que pueden transmitirse en futuros años de docencia. Es un libro al que volver una y otra vez, hasta el infinito. 







lunes, 12 de julio de 2021

CÁPSULAS LITERARIAS: Las personas curvas, Jesús Lizano


Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas

A mí me gustan las personas curvas,

las ideas curvas,

los caminos curvos,

porque el mundo es curvo

y la tierra es curva

y el movimiento es curvo;

y me gustan las curvas

y los pechos curvos

y los culos curvos,

los sentimientos curvos;

la ebriedad: es curva;

las palabras curvas:

el amor es curvo;

¡el vientre es curvo!;

lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;

el mar es curvo,

la risa es curva,

la alegría es curva,

el dolor es curvo;

las uvas: curvas;

las naranjas: curvas;

los labios: curvos;

y los sueños; curvos;

los paraísos, curvos

(no hay otros paraísos);

a mí me gusta la anarquía curva.

El día es curvo

y la noche es curva;

¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,

el mundo recto,

las ideas rectas;

a mí me gustan las manos curvas,

los poemas curvos,

las horas curvas:

¡contemplar es curvo!;

(en las que puedes contemplar las curvas

y conocer la tierra);

los instrumentos curvos,

no los cuchillos, no las leyes:

no me gustan las leyes porque son rectas,

no me gustan las cosas rectas;

los suspiros: curvos;

los besos: curvos;

las caricias: curvas.

Y la paciencia es curva.

El pan es curvo

y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas

ni la línea recta:

se pierden

todas las líneas rectas;

no me gusta la muerte porque es recta,

es la cosa más recta, lo escondido

detrás de las cosas rectas;

ni los maestros rectos

ni las maestras rectas:

a mí me gustan los maestros curvos,

las maestras curvas.

No los dioses rectos:

¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!

El baño es curvo,

la verdad es curva,

yo no resisto las verdades rectas.

Vivir es curvo,

la poesía es curva,

el corazón es curvo.

A mí me gustan las personas curvas

y huyo, es la peste, de las personas rectas.

viernes, 9 de julio de 2021

QUEVEDO

Se cuentan numerosas anécdotas sobre su vida que inciden en el carácter ingenioso del autor. 

Una de ellas apunta a que por algún tipo de agravio que se desconoce, tal vez alguna impertinencia mal recibida por el Rey, este desterró a Quevedo fuera de España diciéndole:

“Quevedo, me tenéis harto, os destierro; No volváis a pisar tierra española hasta que se os levante la pena”

El poeta se fue a Portugal y allí cargó, con dos testigos, un carro con tierra portuguesa, y volvió a Madrid. Al llegar a palacio, y sin descender del carro solicitó que el Monarca saliese a una ventana para rogarle el perdón. El Rey, indignado le soltó una reprimenda diciéndole:

“Pero ¿cómo os atrevéis, Quevedo, a presentaros ante mí, cuando tenéis prohibido pisar tierra española?”

A lo que el poeta contestó:

“Señor no os parezca mal

Que venga a pedir perdón

Y os lo haga en el balcón.

Y es tierra de Portugal”

Afirmó señalando la tierra que había en el carro. Al parecer la chanza hizo tanta gracia al Rey, que levantó el castigo.

Pero quizás la más conocida hace referencia a uno de los recursos más significativos del estilo conceptista: el CALAMBUR. Se trata de un recurso que consiste en la agrupación de sílabas de una o más palabras de tal manera que se altera totalmente el significado de estas. Por ejemplo: "Oro parece, plata no es". 

Esta historia está narrada por Santiago Posteguillo en La sangre de los libros, donde queda perfectamente ejemplificado este recurso tan del gusto de nuestro autor barroco: 


UN CALAMBUR

Madrid, año del Señor de mil seiscientos cincuenta y… algo.

Un hombre camina con aplomo por una de las bocacalles de la plaza Mayor de la capital del reino de España. Se detiene ante una taberna y entra decidido. Los amigos lo reciben de forma alegre, aunque haciendo bromas sobre su retraso. (…)

- Ayer, en el Prado, lo volví a comprobar -dice uno de los amigos-. La reina está cada día más coja. 

Todos rieron. Cierto era. La reina consorte Mariana de Austria, esposa de su real majestad Felipe IV, sufría una cojera evidente. 

- Pues yo he oído que la reina se enfurece enormemente si alguien se refiere a su cojera -dijo otro de los amigos-, incluso si lo hace en voz baja. Cuentan que cuando oye cuchicheos a su alrededor, aunque nada tengan que ver con su pierna, los mira a todos con aire de querer llevárselos a los tercios de Flandes o al fin del mundo; así que ve con cuidado, no vaya a ser que ande por aquí, en las otras mesas, algún alguacil del rey y aún nos veamos en el lance de tener que desenfundar las espadas y batirnos a muerte por unas palabras demasiado impertinentes. 

- ¡Pues yo soy capaz de llamar coja a la reina en su cara! -exclamó el que había llegado con retraso y había pagado las últimas jarras de vino. 

Aquel era un hombre osado, buen espadachín y, para colmo de desatinos, conocido poeta. Sus versos, con frecuencia altaneros o procaces, eran no obstante, todo hay que decirlo, siempre bien rimados, y a menudo andaban de boca en boca por toda la villa; incluso, en ocasiones donde brillaba su conocida locuacidad, por todo el reino. 

- ¿En su cara? -le preguntó el amigo que le había dado la bienvenida al llegar-. Mira que has bebido mucho. (…)

- Coja, insisto, se lo digo yo a la reina y a la cara y delante de todos vosotros y más gente. Y os apuesto… una cena. (…)

Pactaron que tenía una semana para conseguir aquella locura. Fueron éstos días en los que los amigos no lo vieron por allí. (…)

Luego pensaron que don Francisco de Quevedo, que así se llamaba el caballero poeta que había osado lanzar la apuesta, no aparecía por vergüenza o por miedo, pero una tarde en la que los reyes paseaban por el Prado, el grupo estaba reunido allí, como tantos otros nobles y no tan nobles de la villa, para ver desfilar a todos lo que eran alguien en la capital de la corte. Para su sorpresa, los amigos vieron que su colega y poeta, con dos flores en la mano, una rosa y un clavel, se acercaba hacia sus majestades. Había un gran gentío. El poeta miró a su alrededor, satisfecho: sin duda, quería testigos. (…)

Francisco de Quevedo consiguió llegar hasta la pareja real, pues sus poemas eran conocidos y, normalmente, apreciados por los monarcas, de forma que el rey, con un gesto de la mano, alejó a la guardia y permitió que el poeta se dirigiera a la reina. Además, Quevedo se aproximaba con flores en la mano, y un poeta armado con flores no parecía un peligro excesivo. Felipe IV olvidó que también venía pertrechado de palabras, versos y metáforas. 

Francisco de Quevedo se detuvo ante la mismísima Mariana de Austria, hizo una gran reverencia ante a la reina, le ofreció las dos flores, una en cada mano, y, mirándola fijamente a la cara, le dijo: 

- Está su majestad tan radiante como siempre y le he traído un presente para festejar semejante lozanía. -Miró entonces de reojo a sus amigos y de nuevo a la reina. Allá iba: a por la apuesta-: Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja

La leyenda cuenta que la reina aceptó de buen grado el regalo y que se tomó con buen humor el ingenio del poeta al responder: 

- Que soy coja ya lo sé y el clavel escogeré. 


domingo, 4 de julio de 2021

LECTURAS RECOMENDADAS: Julia está bien, Bárbara Montes

Para aquellos alumnos que estudian 4º ESO o 2º de Bachillerato, os recomiendo una historia para seguir indagando en la Guerra Civil española



Aunque se han escrito muchas novelas ambientadas en este episodio de nuestra historia, la novedad de Julia está bien reside en varios aspectos: 

Por un lado, la historia se cuenta desde una dualidad temporal: durante los años treinta (en esos márgenes de la guerra civil española) y en la actualidad, concretamente en 2011. En cada una de estas época, se destaca a una mujer, una abuela y su nieta, Sofía, que por circunstancias de la vida, acaban viviendo juntas. La abuela se presenta allá por los años 30 como una joven fuerte que tuvo que madurar durante la guerra. Y aunque la guerra está de fondo, realmente lo que mueve a Julia es una historia de amor, su amor por un republicano, y el papel activo de una mujer luchando por una persona. 

El personaje de la abuela, explicada en tercera persona, pero contada por ella misma, sugiere cómo la vida ha transformado a una chiquilla tímida en una mujer fuerte, a la que, sin embargo, le gusta que la cuiden. Por su parte, ella extiende su reflejo en la vida de su nieta, que en circunstancias aparentemente menos traumáticas, también debe hacer un periplo por encontrar su lugar en la vida. 

Lo más llamativo de esta novela, lo que la diferencia de otras que tratan el dolor de esta época, es el ácido y fresco sentido del humor de Sofía, la capacidad de reírse de ella misma, de sus problemas y de una vida a la deriva. Sus problemas, son vistos desde una óptica tan humorística, que contrarrestan las duras circunstancias de la vida de su abuela. 

Otra novedad es la geografía extremeña de la guerra, en un frente quizás no tan conocido, alejado de los típicos puntos donde ya se han contado numerosas historias, como Madrid, la zona del Ebro. Así, la autora abre las puertas al conocimiento de una guerra que llegó a todos, y a todos acabó marcando. Del mismo modo, cierra el ciclo con el viaje final, como una vuelta a los orígenes, que une ambas historias. 



sábado, 3 de julio de 2021

LECTURAS RECOMENDADAS: El fabuloso mundo de las letras, Jordi Sierra i Fabra

La preocupación por la ORTOGRAFÍA tiene mucho que ver con la importancia que le damos a la apariencia. La ortografía es la impresión externa que damos de nosotros mismos a través de nuestras palabras. Al igual que solemos cuidar nuestra apariencia (ropa, higiene personal…), también deberíamos hacer lo mismo con nuestra palabra. A nadie le gusta ir por ahí con la camiseta llena de manchas. Recordad que cada vez que cometemos una falta de ortografía, llevamos una mancha. No es solo el contenido o lo que queremos decir, también es el cómo lo decimos. Todo aporta significado a nuestra comunicación. Digo todo esto, porque más que métodos para mejorar la ortografía, el primer paso realmente es ser conscientes de la importancia de la palabra. En ese momento, mejorará también la ortografía. 



Un libro que os puede ayudar a cambiar la mentalidad es El fabuloso mundo de las letras de Jordi Sierra i Fabra. Es un viaje dentro de El Libro, en el que apreciaréis la importancia de las palabras y el respeto a las letras desde otra perspectiva. 

Además, es un claro ejemplo de animación a la lectura. Un libro con pasatiempos, juegos de palabras y con las palabras, con sugerentes ilustraciones… Un viaje dentro de un libro que refleja todos los libros.