lunes, 20 de diciembre de 2021

Comentario La Celestina

ACTO XII. 

SEMPRONIO. – Señor, ninguna gente parece, y aunque la hubiese, la mucha oscuridad privaría el viso y conocimiento a los que nos encontrasen.

CALISTO. – Pues andemos por esta calle, aunque se rodee alguna cosa, porque más encubiertos vamos. Las doce dan ya, buena hora es. 

PÁRMENO. – Cerca estamos.  

(…)

MELIBEA. - ¿Cómo es tu nombre? ¿Quién es el que te mandó ahí venir?

CALISTO. – Es la que tiene el merecimiento de mandar a todo el mundo, la que dignamente servir yo no merezco. No tema tu merced de se descubrir a este cautivo de tu gentileza; que el dulce sonido de tu habla, que jamás de mis oídos se cae, me certifica ser tú mi señor Melibea. Yo soy tu siervo Calisto.

MELIBEA. – La sobrada osadía de tus mensajes me ha forzado a haberte de hablar, señor Calisto. Que habiendo habido de mí la pasada respuesta a tus razones, no sé qué piensas más sacar de mi amor de lo que entonces te mostré. Desvía estos vanos y locos pensamientos de ti, porque mi honra y persona estén sin detrimento de mala sospecha seguras. A esto fue aquí mi venida, a dar concierto en tu despedida y mi reposo. No quieras poner mi fama en la balanza de las lenguas maledicentes.

(…)

CALISTO. - ¿Cómo, señora mía, y mandas que consienta a un palo impedir nuestro gozo? Nunca yo pensé que, demás de tu voluntad, lo pudiera cosa estorbar. ¡Oh molestas y enojosas puertas! Ruego a Dios que tal fuego os abrase, como a mí da guerrra; que con tercia parte seríades en un punto quemadas. Pues, por Dios, señora mía, permite que llame a mis criados para que las quiebren. 

PÁRMENO. - ¿No oyes, no oyes, Sempronio? A buscarnos quiere venir para que nos den mal año. No me agrada cosa esta venida. ¡En mal punto creo que se empezaron estos amores! Y no espero más aquí.

SEMPRONIO. Calla, calla, escucha, que ella no consiente que vamos allá.

MELIBEA. - ¿Quieres, amor mío, perderme a mí y dañar mi fama? No sueltes las riendas a la voluntad. La esperanza es cierta, el tiempo breve. Cuanto tú ordenares. Y pues tú sientes tu pena sencilla y yo la de entrambos; tú solo dolor, yo el tuyo y el mío, conténtate con venir mañana a esta hora por las paredes de mi huerto. Que si ahora quebrases las crueles puertas, aunque al presente no fuésemos sentidos, amanecería en casa de mi padre terrible sospecha de mi yerro. Y pues sabes que tanto mayor es el yerro cuanto mayor es el que yerra, en un punto será por la ciudad publicado.

CALISTO. - ¡Oh mi señora y mi bien todo! ¿Por qué llamas yerro aquello que por los santos de Dios me fue concedido? Rezando hoy ante el altar de la Magdalena me vino con tu mensaje alegre aquella solícita mujer. 

PÁRMENO. – Por fe tengo, hermano, que no es cristiano. Lo que la vieja traidora con sus pestíferos hechizos ha rodeado y hecho, dice que los santos de Dios se lo han concedido e impetrado. Y con esa confianza quiere quebrar las puertas. Y no habrá dado el primer golpe, cuando sea sentido y tomado por los criados de su padre, que duermen cerca. 

SEMPRONIO. – Ya no temas, Pármeno, que harto desviados estamos. En sintiendo bullicio, el buen huir nos ha de valer. Déjale hacer, que si mal hiciere, él lo pagará.

PÁRMENO. – No sé, no me digas nada; corre y calla. 


(…)


SEMPRONIO.- No entremetas burlas a nuestra demanda, que con ese galgo no tomarás, si yo puedo, más liebres. Déjate conmigo de razones. A perro viejo no cuz cuz. Danos las dos partes por cuenta de cuando de Calisto has recibido, no quieras que se descubra quien tú eres. A los otros, a los otros, con esos halagos, vieja.

CELESTINA. - ¿Quién soy yo, Semponio? ¿Quitásteme de la putería? Calla tu lengua, no amengües mis canas, que soy una vieja cual Dios me hizo, no peor que todas. Vivo de mi oficio. A quien no me quiere no le busco. De mi casa me vienen a sacar, en mi casa me ruegan. (…)

PÁRMENO. – No me hinches las narices con esas memorias.

CELESTINA. - ¿Qué es esto? ¿Qué quieren decir tales amenazas en mi casa? ¿Con una oveja mansa tenéis vosotros manos y braveza? ¿Con una gallina atada? ¿Con una vieja de sesenta años? ¡Allá, allá, con los hombres como vosotros, contra los que ciñen espada mostrad vuestras iras, no contra mi flaca rueca! Señal es de gran cobardía acometer a los menores y a los que poco pueden. Las sucias moscas nunca pican sino a los bueyes magros y flacos.

SEMPRONIO. - ¡Oh vieja avarienta, garganta muerta de sed por dinero! ¿No serás contenta con la tercia parte de lo que has ganado?


1. ¿Cómo es la personalidad de Pármeno y Semponio? ¿Qué rasgos de carácter reflejan cuando están esperando a Calisto a la puerta de Melibea? (Justifica tu respuesta señalando ejemplos tomados del texto). ¿Alguno de ellos ha evolucionado desde el comienzo de la obra hasta este momento del acto XII? 

2. En este primer encuentro entre Calisto y Melibea, ¿qué rasgos podrían definir a cada uno de ellos? ¿Cuál es la mayor preocupación de Melibea? (Justifica tu respuesta tomando ejemplos extraídos del texto)

3. ¿Cuáles son los rasgos de la personalidad de Celestina causantes de su muerte? Entresaca alguna frase en la que Celestina aparezca orgullosa de su oficio.

4. Señala ejemplos de acotaciones incluidas en las intervenciones de los personajes, y que revelan el carácter dramático de la obra.


lunes, 13 de diciembre de 2021

LA DOBLE AUTORÍA DE LA CELESTINA

 La Celestina fue escrita por dos autores: un autor anónimo y Fernando de Rojas. El acto I es obra de un autor desconocido (“manuscrito encontrado”). Fernando de Rojas, estudiante de la universidad de Salamanca, encontraría ese primer acto y decidió continuarla durante los 15 días de vacaciones de Semana Santa, tal y como nos cuenta en el Prólogo. 

Descubre el mensaje oculto tras estos versos acrósticos (si tienes tu propio libro, puedes ir marcando la inicial con distinto color)



EL AUTOR, EXCUSÁNDOSE DE SU YERRO EN ESTA OBRA QUE ESCRIBIÓ, CONTRA SÍ ARGUYE E COMPARA

El silencio escuda y suele encubrir

Las faltas de ingenio e las torpes lenguas;

Blasón que es contrario publica sus menguas

Al que mucho habla sin mucho sentir.

Como la hormiga que deja de ir

Holgando por tierra con la provisión,

Jactóse con alas de su perdición:

Lleváronla en alto, no sabe dónde ir.

PROSIGUE

El aire gozando, ajeno y extraño,

Rapiña es ya hecha de aves que vuelan;

Fuertes más que ella por cebo la llevan:

En las nuevas alas estaba su daño.

Razón es que aplique a mi pluma este engaño,

No disimulando con los que arguyen;

Así que a mí mismo mis alas destruyen,

Nublosas e flacas, nacidas de hogaño. 

PROSIGUE

Donde ésta gozar pensaba volando,

O yo aquí escribiendo cobrar más honor,

De lo uno y lo otro nació disfavor:

Ella es comida y a mí están cortando

Reproches, revistas e tachas. Callando

Obstara los daños de envidia e murmuros; 

Y así navegando, los puertos seguros

Atrás quedan todos ya, cuanto más ando.

PROSIGUE

Si bien discernís mi limpio motivo,

A cuál se endereza de aquestos extremos,

Con cuál participa, quién rige sus remos:

Amor apacible o desamor esquivo,

Buscad bien el fin de aquesto que escribo,

O del principio leed su argumento.

Leedlo y veréis que, aunque dulce cuento,

Amantes, que os muestra salir de cautivo.

COMPARACIÓN

Como el doliente que píldora amarga

O huye o recela o no puede tragar,

Métenla dentro de dulce manjar:

Engáñase el gusto, la salud se alarga.

Desta manera mi pluma se embarga

Imponiendo dichos lascivos, rientes,

Atrae los oídos de penadas gentes:

De grado escarmientan y arrojan su carga.

VUELVE A SU PROPÓSITO

Este mi deseo cargado de antojos

Compuso tal fin que el principio desata;

Acordó de dorar con oro de lata

Lo más fino oro que vio con sus ojos

Y encima de rosas sembrar mil abrojos. 

Suplico pues suplan, discretos, mi falta;

Teman groseros y en obra tan alta

O vean y callen, o no den enojos.

PROSIGUE DANDO RAZONES

POR QUE SE MOVIÓ A ACABAR ESTA OBRA

Yo vi en Salamanca la obra presente.

Movíme acabarla por estas razones:

Es la primera que estó en vacaciones;

La otra que oí su inventor ser sciente; 

Y es la final, ver ya la más gente

Vuelta e mezclada en vicios de amor.

Estos amantes les pondrán temor

A fiar de alcahueta, ni de mal sirviente.

Y así que esta obra, a mi flaco entender,

Fue tanto breve cuanto muy sutil,

Vi que portaba sentencias dos mil:

En forro de gracias, labor de placer.

No hizo Dédalo en su oficio e saber

Alguna más prima entretalladura, 

Si fin diera en esta su propia escritura,

Corta, un gran hombre y de mucho valer.

Jamás no vi sino en terenciana, 

Después que me acuerdo, ni nadie la vido, 

Obra de estilo tan alto y subido

En lengua común vulgar castellana.

No tiene sentencia de donde no mana

Loable a su autor y eterna memoria,

Al cual Jesucristo reciba en su gloria

Por su pasión santa, que a todos nos sana.

AMONESTA A LOS QUE AMAN QUE SIRVAN A DIOS Y DEJEN LAS MALAS COGITACIONES E VICIOS DE AMOR

Vosotros que amáis, tomad este ejemplo,

Este fino arnés con que os defendáis;

Volved ya las riendas, porque no os perdáis;

Load siempre a Dios visitando su templo;

Andad sobre aviso, no seáis de ejemplo

De muertos y vivos y propios culpados.

Estando en el mundo yacéis sepultados;

Muy gran dolor siento cuando esto contemplo.

FIN

Olvidemos los vicios que así nos prendieron,

No confiemos en vana esperanza;

Temamos Aquel que espinas y lanza,

Azotes y clavos su sangre vertieron;

La su santa faz herida escupieron,

Vinagre con hiel fue su potación, 

A cada santo lado consintió un ladrón.

Nos lleve, le ruego, con los que creyeron.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

PERSONAJES UNIVERSALES: TROTACONVENTOS Y CELESTINA

 La figura de la vieja alcahueta cuenta con numerosos antecedentes en las comedias de Plauto. En nuestra literatura las dos principales representantes son: 


SOBRE TROTACONVENTOS




Consejos del Amor al Arcipreste

A la mujer que enviares, de ti sea parienta,
Que bien leal te sea, no sea su sirvienta, 
No lo sepa la dueña, porque la otra no mienta, 
No puede ser quien malcasa que no se arrepienta. 

Trata en cuanto puedas que la tu mensajera
Sea bien razonada, sutil y costumera; 
Sepa mentir hermoso y siga la carrera, 
Que más hierve la olla con su cobertera. 

Si parientas no tienes tal, toma de unas viejas, 
Que andan las iglesias e saben las callejas;
Grandes cuentas al cuello, saben muchas consejas,
Con lágrimas de Moisés encantan las orejas. 

Son muy grandes maestras estas paviotas,
Andan por todo el mundo, por plazas e por cotas, 
A Dios alzan las cuentas, querellando sus cuitas: 
¡ay! ¡cuánto mal que saben estas viejas arlotas!

Toma de unas vieas, que se hacen herberas, 
Andan de casa en casa e llámanse parteras; 
Con polvos e afeites e con alcoholeras, 
Echan la moza en ojo e ciegan bien de veras. 

E busca mensajera de unas negras pegatas, 
Que usan mucho los frailes, las monjas e beatas; 
Son muy andariegas e merecen zapatas; 
Estas trotaconventos hacen muchas baratas. 

(…)

Cómo fue el Arcipreste a hablar con doña Endrina

Busqué Trotaconventos, cual me manda el Amor; 
De todas las maestras escogí la mejor; 
¡Dios e la mi ventura, que fue mi guiador!
Acerté en la tienda del sabio corredor. 

Hallé una tal vieja, cual tenía mester, 
Artera e maestra e de mucho saber: 
Doña Venus por Pánfilo no pudo más hacer
De cuanto hizo ésta por me hacer placer. 

Era vieja buhona, de las que venden joyas: 
Éstas echan el lazo, éstas cavan las foyas; 
No hay tales maestras, como estas viejas Troyas: 
Éstas dan la mazada: si has orejas, oyas. 

Como lo han de uso estas tales buhonas, 
Andan de casa en casa vendiendo muchas donas;
No se resguardan dellas: están con las personas, 
Hacen con mucho viento andar las atahonas.