miércoles, 15 de marzo de 2023

MIGUEL DE UNAMUNO, San Manuel Bueno, mártir



Uno de los temas que rondan siempre la obra de don Miguel de Unamuno, es el de las dudas religiosas, tema central de San Manuel Bueno, mártir. También expresó esta preocupación por la existencia de Dios y la inmortalidad del alma en algunos de sus poemas: 

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.

Unamuno se mueve entre el escepticismo (tal y como le dicta la razón) y la necesidad desesperada de Dios.  Es el caso de su novela, San Manuel Bueno, mártir. 

ARGUMENTO-LECTURA

La novela (o nivola), contada desde el punto de vista de Ángela Carballino, nos presenta a Don Manuel Bueno, un sacerdote muy querido por sus feligreses, a los que ayuda y consuela. Ángela, que es una de sus feligresas, escribe en sus memoria sus recuerdos sobre el sacerdote:

 "De nuestro don Manuel me acuerdo yo como si fuese de cosa de ayer, siendo yo niña, a mis diez años, antes de que me llevaran al Colegio de las Religiosas de la ciudad catedralicia de Renada (ciudad imaginaria). Tendría él, nuestro santo, entonces unos treinta y siete años. Era alto, delgado, erguido, llevaba la cabeza como nuestra Peña del Buitre lleva su cresta, y había en sus ojos toda la hondura azul de nuestro lago. Se llevaba las miradas de todos y tras ellas los corazones, y él al mirarnos parecía, traspasando la carne como un cristal, mirarnos al corazón. Todos le queríamos, pero sobre todo los niños. ¡Qué cosas nos decía! Eran cosas, no palabras. Empezaba el pueblo a olerle la santidad; se sentía lleno y embriagado de su aroma."

 Sin embargo, Don Manuel vive una gran tragedia interior: ha perdido la fe y no cree en la inmortalidad del alma.  No obstante, no quiere desvelarlo a sus fieles para que sigan viviendo en la paz que les da el creer en la otra vida. Cada día, al decir misa, permanece en silencio en el momento del Credo: "Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna..." 

Llega un momento en que es tal el sufrimiento por su incredulidad, que necesita comunicarlo. El primero al que confía su secreto es Lázaro, hermano de Ángela, incrédulo y anticlerical. Con él mantiene conversaciones en las que se dice que la religión como el opio del pueblo: sirve para mantener al pueblo llano con la esperanza y el consuelo ante la muerte. Frente al pueblo, las personas de mayor cultura (élite), viven la crisis del desengaño.

"¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal, la gente sencilla no podría vivir con ella.

¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí como en confesión?", le dije [habla Lázaro]. Y él: "Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacer vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío."

Tras varias conversaciones, el propio Lázaro colaborará con la obra del sacerdote fingiendo también él convertirse y abrazar la fe. Finalmente, también le confiesa su secreto a Ángela. 

- ¿Cuál es nuestro pecado, padre? [habla Ángela]

- ¿Cuál? -me respondió-. Ya lo dijo un gran doctor de la Iglesia Católica Apostólica Española, ya lo dijo el gran doctor de La vida es sueño, ya dijo que "el delito mayor del hombre es haber nacido". Ese es, hija, nuestro pecado: el haber nacido. 

- ¿Y se cura, padre?

- ¡Vete y vuelve a rezar! Vuelve a rezar por nosotros, pecadores... Sí, al fin se cura el sueño... Al fin se cuera la vida... Al fin se acaba la cruz del nacimiento. Y como dijo Calderón, el hacer bien, y el engañar bien, ni aun en sueños se pierde...

- Oíd: cuidad de estas pobres ovejas, que se consuelen de vivir, que crean lo que yo no he podido creer. Y tú, Lázaro, cuando hayas de morir, muere como yo, como morirá nuestra Ángela, en el seno de la Santa Madre Católica Apostólica Romana, de la Santa Madre Iglesia de Valverde de Lucerna, bien entendido. Y hasta nunca más ver, pues se acaba este sueño de la vida. 

Al final, Don Manuel fallece conservando su secreto. La forma de su muerte es muy plástica y llamativa: muere rodeado de su pueblo, mientras está oficiando una misa, justo en el momento en que se reza el Credo, justo en el momento en que se llega a “creo en la resurrección de la carne y la vida eterna”. Poco tiempo después muere Lázaro, que se considera un verdadero resucitado (como el de la Biblia). Se le han quitado de la cabeza sus ideas anarquistas y ahora solo piensa en la felicidad de la gente sencilla, en el aquí y el ahora. 

El pueblo, que considera un santo a don Manuel por sus obras, comienza su proceso de beatificación a la par que Ángela escribe su historia. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario