No sabría muy bien cómo calificar este libro: no es un libro de viajes al uso, aunque nos cuenta las experiencias de un viaje a la Argentina profunda; tampoco es un ensayo económico, aunque los datos sobre la producción agrícola de la soja son el eje de este recorrido; tampoco es un manual de ecología, aunque el ideal de defensa de la Tierra puebla cada página; tampoco su finalidad de literaria, pero encontramos los giros de un narrador que domina la palabra y especialmente la técnica del retrato expresionista.
Probablemente es solo el libro de un viajero, como a Ricardo Martínez LLorca le gusta definirse, alguien que viaja con la libertad de descubrir y no con la mirada del turista que ya sabe lo que va a ver. Su mirada no está contaminada, se limita a contar su trayecto en busca de personas que le cuenten. Ellos, los humildes, las víctimas de las indiscriminadas plantaciones de soja, son los verdaderos narradores de este libro. De hecho, la presencia del autor es mínima, se limita a prestar ojos al lector en ese descubrimiento de la verdad, aunque como él mismo reconoce, la sabiduría es siempre incómoda.
Así, transitar por estas páginas es un ejercicio bastante incómodo. Es un libro denso, y a veces el ambiente se hace irrespirable, cuesta digerir la lectura de tantas injusticias. La prosa de Martínez Llorca transmite su propio desengaño y se tiñe de imágenes pesimistas al describir la oscura pobreza instalada en los hogares y también en los espíritus de muchos de sus habitantes.
Como le dice una mujer a la que han echado de sus tierras, para ellos es importante que alguien venga de fuera y cuente la verdad. Esa verdad es que la tierra les está siendo arrebatada a los campesinos e indígenas, que la sobreexplotación está agotando los recursos de la tierra y provocando desastres naturales, que el uso de insecticidas está matando a la gente, que las contadas empresas que monopolizan el negocio de los transgénicos nos están contando mentiras… Por eso es tan importante la verdad. El compromiso de Martínez Llorca es mostrar una realidad que permanece oculta tras los beneficios y la propaganda de un modelo económico sin cara, sin personas, hecha solo de los logotipos de las grandes compañías.
En definitiva, es un libro gris, oscuro, como las escasas fotografías en blanco y negro que ilustran esa miseria descrita. Pero de los lectores dependerá que por una grieta de esa realidad sujan la luz de la concienciación, el compromiso, la denuncia y el cambio necesario de un modelo económico en el que todos estamos implicados.
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