viernes, 10 de marzo de 2023

ANTOLOGÍA POÉTICA: Antonio Machado.


ANTOLOGÍA DE ANTONIO MACHADO




Antes de leer sus poemas, vamos a conocer algo más sobre su biografía a través de este vídeo:



1ª etapa: Modernismo
Soledades, galerías y otros poemas




Recuerdo infantil 
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.


******

Yo voy soñando caminos
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero
-la tarde cayendo está-.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón”
Y todo el campo un momento
se queda mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada”.


Es una tarde cenicienta y mustia
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
              
  Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tu eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
  Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
  se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.


********

La Primavera besaba

 La primavera besaba
 suavemente la arboleda,
 y el verde nuevo brotaba
 como una verde humareda.
 
 Las nubes iban pasando
 sobre el campo juvenil...
 Yo vi en las hojas temblando
 las frescas lluvias de abril.
 
 Bajo ese almendro florido,
 todo cargado de flor
 -recordé-, yo he maldecido
 mi juventud sin amor.
 
 Hoy, en mitad de la vida,
 me he parado a meditar...
 !Juventud nunca vivida
 quién te volviera a soñar!



Campo.
La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.

Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.

¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!

¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda. La tarde está muriendo




Desnuda está la tierra
Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
  ¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!… En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
  en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió… ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?




2ª etapa: Generación del 98
Campos de Castilla.

Retrato.
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero. 

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. 

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

 Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

 ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

 Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía. 

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


********

Campos de Soria.
I
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.

La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas
.


VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!

¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!

¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.


VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...


VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-,
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tiene en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!


CXXI
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno de Soria, entre plomizo cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con los ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.




A un olmo seco.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo.
algunas hojas nuevas le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera.
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas,
Antes que te derribe, olmo del Duero.
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana.
lanza de carro o yugo de carreta:
antes que rojo en el hogar, mañana.
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino.
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera
.


Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

Proverbios y cantares.

I
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.

IV
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día, para después,     
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!


XVII
Ya hay un español que quiere
Vivir y a vivir empieza,
Entre una España que muere

Y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
Al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
Ha de helarte el corazón.


Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
Sino estelas en el mar…




Nuevas Canciones.


Los sueños dialogados.
¿Por qué, decísme, hacia los altos llanos,
Huye mi corazón de esta ribera,
Y en tierra labradora y marinera,
Suspiro por los yermos castellanos?
Nadie elige su amor. Llevóme un día
Mi destino a los grises calvijares
Donde ahuyenta al caer la nieve fría
Las sombras de los muertos encinares.
De aquel trozo de España, alto y roquero,
Hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,
Una mata del áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido,
No a la vida, al amor, cerca del Duero…
¡El muro blanco y el ciprés erguido!



Otras canciones a Guiomar.
I
¡Sólo tu figura,
Como una centella blanca
En mi noche oscura!


¡Y en la tersa arena,
Cerca de la mar,
Tu carne rosa y morena,
Súbitamente, Guiomar!

En el gris del muro,
Cárcel y aposento,
Y en un paisaje futuro
Con sólo tu voz y el viento.

En el nácar frío
De tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
De una amanecida loca;

Asomada en el malecón
Que bate la mar de un sueño,
Y bajo el arco del ceño
De mi vigilia, a traición,
¡siempre tú!

Guiomar, Guiomar,
Mírame en ti castigado:
Reo de haberte creado,
Ya no te puedo olvidar.


II
Todo amor es fantasía;
Él inventa el año, el día,
La hora y su melodía;
Inventa el amante y, más,
La amada. No prueba nada,
Contra el amor, que la amada
No haya existido jamás.





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