José Martínez Ruiz, más conocido por el seudónimo de Azorín, es un autor perteneciente al grupo del 98. Destacó fundamentalmente por sus ensayos, entre los que destaca Castilla.
Sus principales temas son:
- La decadencia española.
- La reinterpretación de los personajes de la tradición literaria española, como símbolos del país (ej. don Quijote).
- El paisaje castellano como reflejo del carácter español.
Pero, destaca especialmente, por un estilo literario donde las descripciones impresionistas (nos recuerdan a los pintores impresionistas como Van Gogh) del paisaje se convierten en verdaderos cuadros:
- Referencias a detalles cotidianos de los pueblos de Castilla, recogiendo la esencia de las gentes sencillas del mundo rural.
- Descripción de estampas fijas.
- Creación de atmósferas donde no pasa el tiempo.
- Pequeñas pinceladas, vagas e imprecisas, a través del predominio del sintagma nominal y la adjetivación.
"El cielo comienza a clarear indeciso. La niebla se extiende en larga pincelada blanca sobre el campo (...) En lo hondo, el poblado se esfuma al pie del cerro en mancha incierta. Dos, cuatro, seis blancos vellones que brotan en la negrura, crecen, se ensanchan, se desparraman en cendales tenues. (...) Poco a poco la lechosa claror del horizonte se tiñe en verde pálido. El abigarrado montón de casas va de la oscuridad saliendo lentamente."
ACTIVIDAD. Entrega el lunes 3 de abril.
Lee el siguiente texto perteneciente a Castilla y responde a las cuestiones:
1. Resume brevemente el texto. ¿Predomina la narración o la descripción? Justifica tu respuesta con algún ejemplo del texto.
2. ¿Quién es el narrador? ¿Qué persona utiliza?
3. ¿En qué épocas históricas situarías la acción?
4. Procurando imitar el estilo de Azorín (frases breves, abundantes adjetivos, vocabulario del campo semántico de la pintura...), describe lo que se ve desde la ventana de tu habitación. Si lo haces bien, averiguaré dónde vives.
Una ciudad y un balcón
Entremos en la catedral; flamante, blanca, acabada de hacer está. En un ángulo, junto a la capilla en que se venera a la Virgen de la Quinta Angustia, se halla la puertecilla del campanario. Subamos a la torre; desde lo alto se divisa la ciudad toda y la campiña. Tenemos un maravilloso, mágico catalejo: descubriremos con él hasta los detalles más diminutos. Dirijámoslo hacia la lejanía: allá, por los confines del horizonte, sobre unos lomazos redondos, ha aparecido una manchita negra; se remueve, levanta una tenue polvareda, avanza. Un tropel de escuderos, lacayos y pajes es, que acompaña a un noble señor. El caballero marcha en el centro de su servidumbre; ondean al viento las plumas multicolores de su sombrero; brilla el puño de la espada; fulge sobre su pecho una firmeza de oro. Vienen todos a la ciudad; bajan ahora de las colinas y entran en la vega. Cruza la vega un río: sus aguas son rojizas y lentas. Crecen los árboles tupidos en el llano. La arboleda se ensancha y asciende por las alturas inmediatas.
(...) Otra vez se ha empañado el cristal de nuestro catalejo; nada se ve. Limpiémoslo. Ya está, enfoquémoslo de nuevo hacia la ciudad y el campo. Allá en los confines del horizonte, aquellas lomas que destacan sobre el cielo diáfano han sido como cortadas por un cuchillo. Las rasga una honda y recta hendidura, sobre el suelo, se ven dos largas y brillantes barras de hierro que cruzan una juntoa a otra paralelas toda la campiña. De pronto aparece en el costado una manchita negra; se mueve, adelanta rápidamente, va dejando en el cielo un largo manchón de humo. Ya avanza por la vega. Ahora vemos un extraño carro de hierro con una chimenea que arroja una espesa humareda, y detrás de él, una hilera de cajones negros con ventanitas; por las ventanitas se divisan muchas caras de hombres y mujeres.
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