1. Datos y estadísticas. Su función es dar al argumento un carácter científico, comprobable.
Por ejemplo: Una reciente concluye que la mayoría de los españoles no cree en las encuestas. Me resisto a formar parte del pelotón de las minorías, pero esta vez no tengo más remedio que apartarme de la siempre sabia opinión de las mayorías. Aunque lo más verosímil es que se trate de una broma estadística. Una encuesta en la que se afirma que la gente no cree en las encuestas es, por lógica, una muy sospechosa encuesta (“Sondéame”. Juan Cueto).
2. Argumento de autoridad. Se acude a autoridades en la materia para incidir en un argumento determinado. Este tipo de argumentación suele combinarse con la cita.
Este argumento aparece normalmente enunciado de la siguiente manera:
a) Alguien ha dicho algo sobre algo.
b) A ese alguien se le reconoce competencia y saber.
c) Por tanto, lo que ese alguien dice es verdad.
Por ejemplo: Hace poco más o menos un año, con motivo de una desafortunada e insolidaria actuación del alcalde de Milán respecto a unos albaneses, Umberto Eco se preguntaba en un artículo qué puede hacerse... (“Educar para civilizar”. Fernando Savater).
3. Citas.
Por ejemplo: Es lógico que mi amiga Carmen Martín Gaite reaccione contra las multinacionales que mueven continuamente la máquina de comernos el coco, para sacarnos el dinero. Así es. Pero hay más. Por debajo de negocios y propagandas, como en la canción Luis Eduardo Aute, “queda la música” (“Los Beatles”, Andrés Amorós).
4. Analogías y ejemplos. La analogía desempeña una función argumentativa, pues se basa en precedentes. El procedimiento de argumentación consiste en relacionar el caso concreto de estudio con un caso tipo o con modelo o parangón.
Expresiones: es análogo, idéntico que, se parece a, es semejante a, tiene el mismo aspecto que, recuerda a, corresponde a, son homólogos, son del mismo género, son semejantes…
Por ejemplo: ¿Qué dirían los ecologistas si, desde hace veinte años, la tasa de fecundidad de las ballenas hubiese bajado hasta llegar a menos de la mitad necesaria para asegurar la renovación de la especie? (“Los niños europeos, especie en peligro”).
5. Experiencia personal. Es muy habitual, junto con las generalizaciones indiscutibles y el criterio sapiencial, en las columnas, pues el autor intenta llegar al lector medio y no al especializado. Indica la cercanía y la clara implicación del autor en el tema.
Por ejemplo: Sólo quería referirme ahora al hecho de que la destreza material para escribir está terminando; quedará limitada a breves y urgentes anotaciones. Y aún así, yo mismo poseo un aparatito de bolsillo en el que apunto señas, teléfonos, citas... (Lázaro Carreter).
6. Generalizaciones indiscutibles o verdades evidentes. El autor hace referencia al sentido común, tratando así de ganarse al lector.
Por ejemplo: Que la lengua es un ser vivo, en proceso cosntante de cambio, es algo que ya sabíamos desde la escuela. Que hay palabras que mueren, otras que nacen y otras que cambian de significado al correr de los tiempos es sabido de todos. (“Newspeak”. Elia Barceló).
7. Criterio sapiencial: refranes, proverbios, máximas, sentencias. En realidad, es una variante del anterior. La diferencia estriba en que el punto de partida es una frase conocida popularmente.
8. Contraste de ideas o contraargumentación. Se enfrentan dos tesis. El texto suele ser la respuesta a uno anterior al que se opone, complementa o matiza.
Por ejemplo: No resulta fácil aceptar, desde una perspectiva antisexista, la hipotética conveniencia de volver a los tiempos en que los chicos y las chicas se educaban por separado, tal y como parece sugerirse en determinados foros de debate sobre temas educativos. Desde luego, las razones que se avanzan, aunque respondan a problemas reales, no justifican semejante paso atrás; bien al contrario. (“Chicos y chicas”. El País).
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