El siguiente soneto de Francisco de Quevedo (1580-1645) se titula “Desde la Torre”, y lo escribió en sus posesiones del pueblo manchego Torre de Juan Abad. Desde allí lo envió a “don Josef”, José González de Salas, erudito y amigo que, a la muerte de Quevedo, se encargó de editar su poesía. Se trata de un hermoso elogio de la imprenta y, en general, de los libros.
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Josef!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo1 cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
1 Expresión procedente de Persio. El cálculo es una piedrecilla que los romanos usaban para contar. Aquí quiere decir que, en la sucesión de las horas, la mejor es aquella dedicada a la lectura y al estudio.
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