LA BIBLIOTECARIA DE AUSCHWITZ, Antonio G. Iturbe.
¿Os imagináis un lugar donde los libros están prohibidos?
¿Donde ser bibliotecaria supone como castigo el ser fusilada?
No se trata de
imaginar, pues ese lugar existió en la realidad y seguro que habéis escuchado
hablar de él: Auschwitz.
Leyendo este libro podréis percibir el horror de este lugar
a través de los cinco sentidos (el olor nauseabundo de los barracones, la
sensación de picor de las chinches y piojos, la música terrorífica silbada por
Mengele, la insípida sopa aguada, la visión en forma de esqueletos que anuncia
la muerte … )
No obstante, esta también es una historia de esperanzas, de
confianza en la humanidad… La viviréis a través de Dita, una joven fuerte y
valiente, a pesar de su delgadez y sufrimientos, que cumple su misión de lucha
contra la barbarie nazi. Los libros y las clases clandestinas dentro del campo
de concentración son las armas con las que luchan los judíos. Los libros eran
considerados peligrosos por los nazis porque hacían pensar a la gente, y por
ello estaban completamente prohibidos.
En las páginas de esta novela, viviréis la tensión de ser
descubiertos, también la acción e intriga por los intentos de huida del campo de
concentración (algunos con éxito)… Pero, sobre todo, será una historia que os
haga pensar sobre la barbarie humana, la intransigencia…, porque, ya lo
descubriréis al final, es una historia real, con personajes reales, cuya pista
podréis seguir en el epílogo.
Aquí os dejo un fragmento:
Auschwitz-Birkenau,
enero de 1944.
Esos oficiales, que
visten de negro y miran la muerte con la indiferencia de los enterradores,
ignoran que, sobre ese fango oscuro en el que se hunde todo, Alfred Hirsch ha
levantado una escuela. Ellos no lo saben, y es preciso que no lo sepan. En
Auschwitz la vida humana vale menos que nada; tiene tan poco valor que ya ni
siquiera se fusila a nadie porque una bala es más valiosa que un hombre. Hay
cámaras comunitarias donde se usa gas Zyklon porque abarata costes y con un
solo bidón puede matarse a centenares de personas. La muerte se ha convertido
en una industria que sólo es rentable si se trabaja al por mayor.
En el cobertizo de
madera, las aulas no son más que corrillos apretujados de taburetes. Las
paredes no existen, las pizarras son invisibles, y los maestros trazan en el
aire triángulos isósceles, acentos circunflejos y hasta el recorrido de los
ríos de Europa con solo agitar las manos (…)
No importa cuántos
colegios cierren los nazis, les contestaba Hirsch. Cada vez que alguien se
detenga en una esquina a contar algo y unos niños se sienten a su alrededor a
escuchar, allí se habrá fundado una escuela.
La puerta del barracón
se abre bruscamente y Jakopek, el asistente de vigilancia, corre hacia el
cuarto del jefe de bloque, Hirsch. Desde su rincón, Dita Adlerova mira
hipnóticamente las minúsculas motas de barro.
n
¡Seis,
seis, seis!
Es la señal que indica
la llegada de guardias de las SS al bloque 31, y se organiza un revuelo de
murmullos en todo el barracón…
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